domingo, 23 de febrero de 2014

#55

A veces solo necesitas llorar. Que las lágrimas suicidas se estrellen contra el suelo. Estar triste, y llorar. Que todo vaya mal, que el paro suba, que mañana sea lunes, que no te haya gustado la cena, que te acuerdes de un viejo amigo, que exista la monarquía, que falte mucho tiempo para verano, que muchos tengan poco y pocos tengan mucho, que tengas los pies fríos, que la gente muera de hambre, que te duela el alma, que tu novio no sonría, que tengas que hacer una maleta para la universidad, que te marees en el autobús, que te pare la Guardia Civil, que muera Mufasa, que presencies un accidente, que no quede chocolate, que alguien te diga que leer es aburrido, que no se escuche al pueblo, que no puedas dormir, que no funcione el Whatsapp, que haga frío, que haga calor, que exista la pobreza, que Rajoy sea un incompetente, que te obliguen a estudiar, que tengas que hacer frente a viejos traumas, que tu madre te diga que ordenes la habitación, que la vida pase rápido, que lo haga lento, perder a gente que necesitas. Y llorar.

Llorar por nada y por todo. Porque lo que tienes dentro te ahoga. Porque es inútil vivir con los ojos llenos de mar. Llorar de rabia, de tristeza, de vergüenza, de agobio, de frustración, de cansancio, de dolor, de angustia. Por ser muy hombre y muy mujer; y muy niña y muy niño. Por echar de menos. Por necesidad.

Llorar es medicina y enfermedad: el síntoma y la cura. Lo que no debe hacerse, pero lo que emociona presenciar. Llorar es bueno, pero la causa es mala; por lo que llorar es malo, pero bueno para seguir. Es desierto y oasis.

Llorar es bueno: lo malo es no sentir.












Llamémoslo X

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