Abrir los ojos por la mañana
e
impregnarme de olor a café y zumo de naranja.
Salir a dar una vuelta,
feliz,
acompañada
por el olor del mar
y el sonido de las olas,
a lo lejos.
Saludar a los
conocidos
que huelen a colonia o a crema de sol,
intentando sonreír para ser
simpática,
pero odiándolos por dentro
por no dejarme captar el olor a césped
recién cortado
del parque de la fuente.
Olor a comida, al medio día,
a (casi)
cualquier comida,
cuando estoy muerta de hambre.
Dejar que mi mente me lleve al
pasado
a la hora de la siesta
y llegar a recordar el olor de aquel hotel,
de
ese chico,
de aquella amiga.
A sábanas limpias,
a pastelería,
a libro nuevo.
A rotulador
permanente,
a pintura
o a esmalte de uñas
(pero sólo para un ratito, que si no
me mareo).
A fuego de San Juan.
A flores en primavera
(pero en el monte, no en
casa).
A castañas en invierno.
El otoño no me gusta,
no quiero recordar ningún
olor.
Desear que a la tarde empiece a llover
para percibir el olor a tormenta
de verano.
Y dejar tu olor para la noche.
Llamémoslo X
No hay comentarios:
Publicar un comentario